Si hay un cine que ahora voy a ver con otros ojos es el Odeon. Entre otros motivos porque es el cine en que se celebran los acontecimientos festivaleros y premieres más importantes de Inglaterra y como lo de encontrar tickets no se meda nada bien me los he visto todos desde fuera. Ese es el motivo de que finalmente me arriesgase a pagar la entrada y ver la sala por dentro y como ya había anunciado la peli tenía que ser lo más inglesa posible y protagonizada , preferiblemente, por alguien atractivo cuyo nombre es Bond, James Bond. Así que allí me planté con chuches compradas en el super (la peli es cara y soy una tacaña).
La sala en si parece normalita. Grande pero normalita. Posee una balconada y los asientos estan tapizados en leopardo lo cual tiene un aire muy Almodovar en Mujeres al Borde. Al menos los espacios eran anchitos y la pantalla bastante grande aunque tenía una curvatura extraña.
Tras 40 minutos (ni uno más ni uno menos) de anuncios empezó la peli y descubrí que estaba en el único cine en que no escuchas lo que el de al lado comenta porque está a todo trapo. Al borde de la sordera intenté seguir la peli ansiosa por que llegaran las escenas en que Bond sale todo mojado del agua (dos concretamente) con un bañador setentero muy apretadito. Mientras presencié el desfile de camisetas hawaianas más patético de la historia e intneté superar que Bond condujera un Ford. Esta parte fue casi una crisis en nuestra relación que fue superada por la famosa escena de la tortura (Cuidado que destripo) en que sale en pelota picada y le azotan los huevecillos. Eso está muy feo. El tipo de mi izquierda y yo casi nos abrazamos sufriendo por el dolor que debe conllevar esta forma de sonsacar información. Después de esto tuve otra crisis de fe con el momento James enamorado. Nadie se lo cree y pasamos a otra cosa, ¿Vale?
Entrar al Odeon es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida. Yo ya he cubierto el expediente, ya puedo morir tranquila.
ANA
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